miércoles, 11 de febrero de 2015

DIMENSIONES SUPERIORES

DIMENSIONES SUPERIORES

Estudiemos una forma de analogía que han empleado muchos auto­res en sus descripciones de las dimensiones superiores.

Concibamos un mundo bidimensional.

Un mundo limitado a una superficie.

Para se­mejante mundo, el mundo nuestro, el mundo de tres dimensiones sería el espacio superior.

Supongamos que este mundo imaginario de dos dimensiones tuviera una muy pequeña extensión en la tercera dimen­sión.

Podemos representarlo mediante una hoja de papel.

Una hoja de papel tiene largo y ancho y, relativamente, muy poco espesor, de modo que su extensión en la tercera dimensión es muy pequeña.

Si empujamos un lápiz verticalmente a través de la hoja se verá un corte muy delgado, o una transversal muy fina, en el espesor del papel

Imaginemos que esta hoja de papel está habitada por seres vivientes que nada conocen fuera de su mundo de papel y de lo que en él hay.

Solamente verían el corte q transversal del lápiz, pues eso sería todo lo que del lápiz pudiera yacer en su mundo.

Todo lo demás sería invisible.

Nada sabrían acerca del resto del lápiz pues nosotros estamos presu­miendo que su relación a la tercera dimensión está circunscrita únicamente al espesor del papel.

Nosotros podemos pensar de un modo similar acerca de nuestra re­lación con la cuarta dimensión.

Podemos pensar en ella como si estuviese limitada al 'espesor' que naturalmente experimentamos; o sea, lo que para nosotros, seres humanos, es la medida del tiempo que llamamos el 'momento presente'.

El espesor del papel es la medida del tiempo para los seres del papel.

Y únicamente lo que yace en él, o sea todas las transversales de los objetos de tres dimensiones que penetran su mundo, pueden formar parte de su mundo visible en su 'tiempo presente'.

El resto les sería invisible, no-existente; no estaría en su mundo aun cuando si en el nuestro; no estaría en su momento presente aun cuando si lo estaría en el nuestro.

De suerte que el lápiz en si, como un todo integrado, existiría para ellos en el mundo invisible.

Pero nunca lo podrían concebir como un lápiz.

En su mundo visible tan sólo podría existir una transversal sin el menor parecido a un lápiz y el resto quedaría totalmente en su pasado o en su futuro.

Si el lápiz pasara lentamente a través de este mundo de papel, a los seres que lo habitan les parecerá ver sucesivamente transversales.

Lo ya aparecido pasará fuera de su mundo, ya no les será visible, y ellos creerán en el pasado, en lo ya experimentado.

La parte del lápiz que aún no ha pasado a su mundo visible estará en su futuro, en lo aún no experimentado.

Para nosotros, con nuestra mayor visión de las dimensiones, todas las partes del lápiz coexistirán simultáneamente —su principio y su fin— y existirán como un todo, como una unidad, con una forma y una función completamente inconcebible para los seres del papel.

Supongamos que pudiésemos descender a este mundo del papel y asumir las condiciones de su existencia, adquirir sus opiniones y há­bitos de pensamiento bidimensional, y que tratásemos de explicarles que su mundo es únicamente una expresión limitada de un mundo in­finitamente mayor y diferente. ¿Qué nos dirían?

Con sus mentes 'naturales' no podrían nunca creer que la trans­versal del lápiz es parte de una realidad mucho mayor y mucho más interesante: un lápiz.

Les parecería una consumada necedad.

No cre­erían en la realidad de nuestro mundo, en comparación al cual la reali­dad de su mundo sería relativa.

El lector podrá ahora darse cuenta de que nuestro mundo estaría para ellos fuera del tiempo y del espacio; sin embargo, todo cuanto fue­se visible en su mundo tendría su origen en un mundo que les es invi­sible, o sea el nuestro.

Sus puntos de vista (basados en sus sentidos y en su mundo visible) chocarían a cada instante con nuestro conocimiento de una mayor dimensión.

Y ya que el sentimiento de estar en lo cierto yace en lo más profundo de toda violencia, posiblemente nos hallásemos en grave peligro si tratásemos de alterar semejante punto de vista.

Pues el suyo sería para ellos totalmente correcto, y para nosotros sólo relativamente cierto.

Su 'verdad' no sería conmensurable con la nuestra.

Si hay algo que justifique esta analogía tendremos que, para nos­otros, habitantes de un mundo tridimensional, la percepción de las cosas bien puede ser igualmente relativa.

El momento presente bien puede mostrarnos tan sólo algo comparable a una transversal, o lo que yo prefiero llamar cierto mínimum de un mundo vastamente superior y continente, extendido en dimensiones ocultas a nuestros sentidos, pero que existe en tales desconocidas direcciones.

Pues si llegamos a tocar la cuarta dimensión, limitándonos únicamente a esta dimensión del espacio superior, y de un modo similar al con que los seres del papel tocan la tercera, necesariamente ampliaremos nuestra concepción del 'mundo'.

Sentiremos que en realidad nada sabemos de nuestro mundo.

Los sentidos únicamente nos demuestran una sección o un mínimum.

¿Pero no podemos suponer que la mente puede, en potencia, abrirse a lo que yace más allá de este mínimum?

Los seres del papel podrían asir la naturaleza de nuestro mundo únicamente por medio de su mente, por encima de la mente sensual.

Lo que nosotros podemos ver directamente y sin ningún esfuerzo, sería para ellos materia de una difícil captación mental, no por un razonamiento lógico, sino por medio de ideas que ellos no poseen naturalmen­te.

Lo que para nosotros es un sentido, sería para ellos la mente; nos­otros podemos ver lo que ellos habrían de comprender.

Lo que para ellos sería una idea, para nosotros sería un hecho.

Desde este punto de vista nos es bastante posible pensar que lo que nos ilumina de pron­to como una idea es la percepción de un orden de vida que yace sobre nosotros, un orden de hechos superiores.

Ahora bien; si saliese por completo del mundo del papel, el lápiz ya no existiría para los seres que lo habitan.

Hablarían de él como de algo que dejó de existir.

Dirían 'en un tiempo que fue'.

Estarían en su 'ayer' al que, naturalmente, no atribuirían ninguna calidad de existencia, tal como hacemos nosotros.

Pero nosotros diríamos que 'el lápiz aún es' pues lo veríamos en otro lugar, en lo que para ellos sería un espacio superior.

Uno de los propósitos de esta analogía es el mostrarnos los signifi­cados de la relativa realidad.

Todo lo que fuera real en el mundo del papel sería únicamente una realidad superior de nuestro mundo pa­sando a través de el, pero inmensamente distorsionado.

Debido a su am­biente visible y convincente, los seres del papel considerarían que nuestro punto de vista es muy improbable.

Una transversal del lápiz en su mundo subsistiría de un modo convincente para ellos como algo que existe en sí mismo (que existe como una transversal) y que únicamente puede explicarse en términos del lápiz en si, algo muy real en apa­riencia.

Si fuesen a las raíces del problema, estudiarían sus partes com­ponentes más diminutas, o sus átomos, y quedarían satisfechos de haber agotado la 'realidad' del objeto.

No buscarían una explicación adicional o mayor en una extensión de esa dimensión (que para ellos sería el tiempo que pasa y su momento presente), de la cual todo movimiento, todos los objetos y acontecimien­tos inundarían el campo de su vida bidimensional.

Si a su mundo primero entrase la punta afilada del lápiz y pasase lentamente por él, ve­rían un círculo de carbón rodeándose lentamente de una cubierta de madera.

Les parecería un crecimiento que parte de la punta del carbón.

En nuestro mundo, el crecimiento puede ser algo similar.

Si tratásemos de proporcionarles otra clase de conocimientos, úni­camente podríamos hacerlo mediante alegorías, parábolas o símbolos.

Por: Maurice Nicoll




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