DIMENSIONES
SUPERIORES
Estudiemos una forma
de analogía que han empleado muchos autores en sus descripciones de las
dimensiones superiores.
Concibamos un mundo
bidimensional.
Un mundo limitado a
una superficie.
Para semejante
mundo, el mundo nuestro, el mundo de tres dimensiones sería el espacio
superior.
Supongamos que este
mundo imaginario de dos dimensiones tuviera una muy pequeña extensión en la
tercera dimensión.
Podemos representarlo
mediante una hoja de papel.
Una hoja de papel
tiene largo y ancho y, relativamente, muy poco espesor, de modo que su
extensión en la tercera dimensión es muy pequeña.
Si empujamos un lápiz
verticalmente a través de la hoja se verá un corte muy delgado, o una transversal
muy fina, en el espesor del papel
Imaginemos que esta
hoja de papel está habitada por seres vivientes que nada conocen fuera de su
mundo de papel y de lo que en él hay.
Solamente verían el
corte q transversal del lápiz, pues eso sería todo lo que del lápiz pudiera
yacer en su mundo.
Todo lo demás sería
invisible.
Nada sabrían acerca
del resto del lápiz pues nosotros estamos presumiendo que su relación a la
tercera dimensión está circunscrita únicamente al espesor del papel.
Nosotros podemos pensar
de un modo similar acerca de nuestra relación con la cuarta dimensión.
Podemos pensar en
ella como si estuviese limitada al 'espesor' que naturalmente experimentamos; o
sea, lo que para nosotros, seres humanos, es la medida del tiempo que llamamos
el 'momento presente'.
El espesor del papel
es la medida del tiempo para los seres del papel.
Y únicamente lo que
yace en él, o sea todas las transversales de los objetos de tres dimensiones
que penetran su mundo, pueden formar parte de su mundo visible en su 'tiempo
presente'.
El resto les sería
invisible, no-existente; no estaría en
su mundo aun cuando si en el nuestro; no estaría en su momento presente aun
cuando si lo estaría en el nuestro.
De suerte que el
lápiz en si, como un todo integrado, existiría para ellos en el mundo
invisible.
Pero nunca lo podrían
concebir como un lápiz.
En su mundo visible
tan sólo podría existir una transversal sin el menor parecido a un lápiz y el resto quedaría totalmente en su pasado o
en su futuro.
Si el lápiz pasara
lentamente a través de este mundo de papel, a los seres que lo habitan les
parecerá ver sucesivamente transversales.
Lo ya aparecido
pasará fuera de su mundo, ya no les será visible, y ellos creerán en el pasado, en lo ya experimentado.
La parte del lápiz
que aún no ha pasado a su mundo visible estará en su futuro, en lo aún no experimentado.
Para nosotros, con
nuestra mayor visión de las dimensiones, todas las partes del lápiz coexistirán
simultáneamente —su principio y su
fin— y existirán como un todo, como una unidad, con una forma y una
función completamente inconcebible para los seres del papel.
Supongamos que
pudiésemos descender a este mundo del papel y asumir las condiciones de su
existencia, adquirir sus opiniones y hábitos de pensamiento bidimensional, y
que tratásemos de explicarles que su mundo es únicamente una expresión limitada
de un mundo infinitamente mayor y diferente.
¿Qué nos dirían?
Con sus mentes
'naturales' no podrían nunca creer que la transversal del lápiz es parte de
una realidad mucho mayor y mucho más interesante: un lápiz.
Les parecería una
consumada necedad.
No creerían en la
realidad de nuestro mundo, en comparación al cual la realidad de su mundo
sería relativa.
El lector podrá ahora
darse cuenta de que nuestro mundo
estaría para ellos fuera del tiempo y del espacio; sin embargo, todo
cuanto fuese visible en su mundo tendría su origen en un mundo que les es invisible,
o sea el nuestro.
Sus puntos de vista
(basados en sus sentidos y en su mundo visible) chocarían a cada instante con
nuestro conocimiento de una mayor dimensión.
Y ya que el
sentimiento de estar en lo cierto yace en lo más profundo de toda violencia,
posiblemente nos hallásemos en grave peligro si tratásemos de alterar semejante
punto de vista.
Pues el suyo sería
para ellos totalmente correcto, y para nosotros sólo relativamente cierto.
Su 'verdad' no sería
conmensurable con la nuestra.
Si hay algo que
justifique esta analogía tendremos que, para nosotros, habitantes de un mundo
tridimensional, la percepción de las cosas bien puede ser igualmente relativa.
El momento presente
bien puede mostrarnos tan sólo algo comparable a una transversal, o lo que yo
prefiero llamar cierto mínimum
de un mundo vastamente superior y continente, extendido en dimensiones ocultas
a nuestros sentidos, pero que existe
en tales desconocidas direcciones.
Pues si llegamos a
tocar la cuarta dimensión, limitándonos únicamente a esta dimensión del espacio
superior, y de un modo similar al con que los seres del papel tocan la tercera,
necesariamente ampliaremos nuestra concepción del 'mundo'.
Sentiremos que en
realidad nada sabemos de nuestro mundo.
Los sentidos
únicamente nos demuestran una sección o un mínimum.
¿Pero no podemos
suponer que la mente puede, en
potencia, abrirse a lo que yace más allá de este mínimum?
Los seres del papel
podrían asir la naturaleza de nuestro mundo únicamente por medio de su mente,
por encima de la mente sensual.
Lo que nosotros
podemos ver directamente y sin ningún esfuerzo, sería para ellos materia de una
difícil captación mental, no por un razonamiento lógico, sino por medio de ideas que ellos no poseen naturalmente.
Lo que para nosotros
es un sentido, sería para ellos la mente; nosotros podemos ver lo que ellos habrían de comprender.
Lo que para ellos
sería una idea, para nosotros sería un hecho.
Desde este punto de
vista nos es bastante posible pensar que lo que nos ilumina de pronto como una
idea es la percepción de un
orden de vida que yace sobre nosotros, un orden de hechos superiores.
Ahora bien; si
saliese por completo del mundo del papel, el lápiz ya no existiría para los seres que lo habitan.
Hablarían de él como
de algo que dejó de existir.
Dirían 'en un tiempo
que fue'.
Estarían en su 'ayer'
al que, naturalmente, no atribuirían ninguna calidad de existencia, tal como
hacemos nosotros.
Pero nosotros
diríamos que 'el lápiz aún es' pues
lo veríamos en otro lugar, en lo que para ellos sería un espacio superior.
Uno de los propósitos
de esta analogía es el mostrarnos los significados de la relativa realidad.
Todo lo que fuera
real en el mundo del papel sería únicamente una realidad superior de nuestro
mundo pasando a través de el, pero inmensamente distorsionado.
Debido a su ambiente
visible y convincente, los seres del papel considerarían que nuestro punto de
vista es muy improbable.
Una transversal del
lápiz en su mundo subsistiría de un modo convincente para ellos como algo que
existe en sí mismo (que existe como una transversal) y que únicamente puede
explicarse en términos del lápiz en si, algo muy real en apariencia.
Si fuesen a las
raíces del problema, estudiarían sus partes componentes más diminutas, o sus
átomos, y quedarían satisfechos de haber agotado la 'realidad' del objeto.
No buscarían una
explicación adicional o mayor en una extensión de esa dimensión (que para ellos
sería el tiempo que pasa y su momento presente), de la cual todo movimiento,
todos los objetos y acontecimientos inundarían el campo de su vida bidimensional.
Si a su mundo primero
entrase la punta afilada del lápiz y pasase lentamente por él, verían un
círculo de carbón rodeándose lentamente de una cubierta de madera.
Les parecería un
crecimiento que parte de la punta del carbón.
En nuestro mundo, el
crecimiento puede ser algo similar.
Si tratásemos de
proporcionarles otra clase de conocimientos, únicamente podríamos hacerlo
mediante alegorías, parábolas o símbolos.
Por: Maurice Nicoll
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