miércoles, 11 de febrero de 2015

EL EJERCICIO HERMÉTICO

EL EJERCICIO HERMÉTICO

El ejercicio hermético está obviamente destinado a cambiar nuestra psicología del 'momento presente', por me­dio de un cambio en el factor del tiempo y una consecuente expansión de la conciencia que abarque toda la vida.

Sugiere que el 'propio desa­rrollo', es, en parte, un desarrollo hacia el tiempo.

UN ERRADO SENTIR DEL SER………

De suerte que pode­mos comprender que nuestra aparente relación con el tiempo nos da UN ERRADO SENTIR DEL SER.

El amor propio es UN ERRADO SENTIMIENTO DEL SER, para poder empezar a alterarlo ha de sentirse primero la viviente vida.

AGREGAR UNA DIMENSIÓN AL SENTIR DE UNO MISMO………

El efecto psicológico que produce EL AGREGAR UNA DIMENSIÓN AL SEN­TIR DE UNO MISMO es algo que no se puede hacer a un lado.

UN SENTIDO DEL TIEMPO VIVO………

Digo única­mente que el amor propio está conectado con nuestro sentido ordinario del tiempo, y que el ejercicio hermético está destinado a darnos un sen­tido del tiempo vivo.

UNA PRESIÓN MÁS CONSTANTE………

Pero el amor propio requiere un ambiente más agudo y UNA PRESIÓN MÁS CONSTANTE a fin de poder transformarlo, requie­re algo más de lo que son nuestros pensamientos.

Se conecta particular­mente en el sentido de la existencia en el momento presente y en la vida visible de las apariencias y de los sentimientos del yo que le son relativos.

Parecemos ser meramente cuerpos que existen en el momento pre­sente.

Conectamos estos cuerpos con los acostumbrados sentimientos del yo.

Y así respondemos al momento y al acontecimiento, con muy poco o ningún fondo.

EL EJERCICIO HERMÉTICO………

El ejercicio hermético tiene como finalidad producir este fondo, al hacer que el lado invisible de los cosas devenga real.

Po­demos modificar nuestra psicología del momento presente tan sólo me­diante LAS CONCEPCIONES QUE TENGAMOS DE LO INVISIBLE.

Tal cual son las cosas, lo que en el momento nos sucede ejerce una influencia sobre nosotros.

Y a cada alteración que se produce en nuestra psicología basada en este momento presente le damos el sentimiento del yo.

Y así tenemos una psicología momentánea contra la cual, seguramente, se dirige el ejercicio hermético.

ENTRE EL FUE, EL ES Y EL SERÁ………

Sostengo que esta psicología momentánea, a la que tan podero­samente entra el amor propio, DESCANSA EN PARTE, si no fundamentalmen­te, en la distinción que hacemos entre el fue, el es y el será.

NUESTRA CREENCIA EN EL TIEMPO QUE PASA………

O sea que descansa en NUESTRA CREENCIA EN EL TIEMPO QUE PASA, y que hace que únicamente el instante sea el sitio de la vida.

El resultado es un punto de reacción que se destaca en exceso, y que siempre varía.

Esto no puede proporcionarnos un punto de partida para la unificación o la integra­ción; y, en realidad, no podría hacerlo.

En los tiempos antiguos se enseñó a menudo que el hombre se en­cuentra en un estado de división, un estado de confusión.

El hombre no es uno, sino muchos.

La verdadera filosofía se ha definido como 'aque­llo que sabe cómo unificarlo', o sea que la filosofía consideraba que la integración del hombre es posible.

La integración significa aunar las diferentes partes en un todo, y así llegar a ser algo pleno o completo.

Significa llegar a estar unido, a ser uno; y para esto hacen falta ideas extrañas a nuestra desintegrada psicología.

Veamos algunas de las descripciones de la múltiple naturaleza del hombre, teniendo presente que cometeremos un grave error si supo­nemos poseer ya 'unidad' de una manera natural.

Sinesio (siglo IV) describió nuestro estado ordinario diciendo: '...el hombre no es un objeto sencillo, ni volcado en un solo modelo, sino que Dios ha hecho morar en la constitución de la criatura humana una legión de fuerzas mezcladas y de poderosas voces.

Creo que nosotros somos un monstruoso animal, aún más extraordinario que la hidra y con un mayor número de cabezas.

Pues no es la misma parte de nuestra naturaleza con la que pensamos y deseamos, sentimos dolores o sufrimos cólera, ni pro­viene nuestro temor de la misma fuente que nuestro placer.

Bien se puede observar como hay en estos órganos un elemento masculino y uno femenino, y que hay valor así como hay cobardía.

Hay, en ver­dad, toda suerte de opuestos dentro de nosotros, y cierta fuerza media de la naturaleza que corre a través de ellos y que llamamos mente. (Agustino Fitzgerald, Sinesio: sobre los reyes en la obra los ensayos e himnos de Sinesio el Cirineo).

La múltiple naturaleza del hombre la describe Plutarco diciendo que '...cada uno de nosotros está hecho de diez mil estados diferentes y sucesivos, de un montón de unidades, de una multitud de individuos'.

Y Plutarco subraya que, careciendo de unidad, nosotros nunca verdade­ramente somos.

Y que tampoco podemos sentir el ahora.

'apretujamos el ahora en el futuro o en el pasado, como si tratásemos de ver algún punto que necesariamente pase a la derecha o a la izquierda'.

Esto se describe muy bien en un artículo recientemente publicado:

'una persona es una asamblea.

Esta asamblea consiste de muchas dramatis personae llegadas de todas partes, animadas por distintas inclina­ciones y que persiguen distintos fines.

Algunas veces suele levantarse una de ellas, pronuncia un discurso o hace una obra; luego se sienta y perma­nece en silencio, sin moverse, en tanto que otra a su vez, habla y obra.

Otras veces son varios los personajes que se levantan juntos, se apoyan los unos a los otros en sus discursos y combinan sus actividades.

A menudo tam­bién aquellos que se levantan no están de acuerdo entre sí, discuten ferozmente, pelean, se anatematizan los unos a los otros.

A veces la asamblea se torna tumultuosa, y todos los miembros se ponen de pie y pelean frenéticamente.

Esto es una persona, y así es como es cada uno de nosotros'.

Y puesto que somos una asamblea, el desarrollo interior y el logro de la unidad no pueden tomarse como cosas o hechos separados.

Lo uno necesariamente implica lo otro.

'A menos que logre una unidad interior, el hombre no puede tener un yo, no puede tener voluntad.

El concepto de "voluntad" en relación a un hombre que no ha logrado una unidad interior es completamente artificial.

La totalidad de la vida está hecha de pequeñeces a las que obedecemos y servimos continua­mente.

Nuestro yo cambia como un caleidoscopio.

Cada acontecimien­to externo que nos toca, cada emoción que surge súbitamente, se convierte en el califa de una hora, comienza a construir y a gobernar y, a su vez, queda inesperadamente depuesto y le reemplaza alguna otra co­sa.

y la conciencia interior, sin tratar de dispersar los ilusorios designios creados por la agitación del caleidoscopio, y sin comprender que en realidad el poder que decide y actúa no es ella misma, lo aprueba todo y se refiere a estos momentos de la vida en que hay diferentes fuerzas externas en movimiento, diciendo: 'esto es yo, esto es yo'. (Ouspensky: un nuevo modelo del universo).

Maurice Nicoll




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