jueves, 12 de febrero de 2015

NUESTRA RELACIÓN CON EL TIEMPO

NUESTRA RELACIÓN CON EL TIEMPO

El tiempo gradualmente llega como si surgiese de la nada, y desaparece en la nada.
                                  
Para nosotros, cada cosa está en el tiempo y sólo una sección de la cosa está en el espacio.

Transfiriendo nuestra consciencia de la sección de una cosa a las partes de ella que están en el tiempo, tenemos la ilusión del movimiento de la cosa misma.

Esto lo podemos expresar así: la sensación de movimiento es la consciencia de la transición del espacio al tiempo, o sea, de un claro sentido del espacio a uno oscurecido.

Y, sobre esta base, podemos llegar a un reconocimiento real del hecho de que percibimos como sensaciones y proyectamos en el mundo externo como fenómenos los ángulos y curvas inmóviles de la cuarta dimensión.

¿Es necesario o posible suponer, sobre esta base, que en el mundo no puede existir movimiento de género alguno, que el mundo es estático y constante, y que nos parece que se mueve y evoluciona simplemente porque lo miramos a través de la estrecha ranura de nuestra percepción sensorial?

Una vez más volvemos a esta pregunta: ¿Qué es el mundo y qué es la consciencia?

Pero ahora la cuestión de la relación de nuestra consciencia con el mundo empezó a acercarse a una formulación clara.

Si el mundo es un Gran Algo, que posee consciencia de sí, entonces nosotros somos los rayos de esta consciencia, conscientes de nosotros mismos pero inconscientes de la totalidad.

Si no hay movimiento, si nada hay que no sea ilusión, entonces debemos buscar más allá, en procura del origen de esta ilusión.

Los fenómenos de la vida, los fenómenos biológicos, son muy parecidos al paso, a través de nuestro espacio, de algunos círculos tetradimensionales de gran complejidad, que consiste cada uno en una masa de líneas entretejidas.

Ouspensky





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