ESPACIO Y TIEMPO
En otras palabras,
espacio y tiempo no son propiedades del mundo, sino meramente propiedades de
nuestra percepción del mundo por medio de los órganos de los sentidos.
Consiguientemente, el
mundo, considerado aparte de nuestra percepción de él, no tiene extensión en el
espacio ni existencia en el tiempo.
Somos nosotros lo que
lo investimos con estas propiedades cuando lo sentimos y percibimos.
Las representaciones
del espacio y del tiempo surgen en nuestra mente en su contacto con el mundo externo a través de los
órganos de los sentidos, y no existen en el mundo externo aparte de nuestro
contacto con él.
Espacio y tiempo son
categorías de nuestra razón, o sea,
propiedades que atribuimos al
mundo externo. Sólo son carteles, hitos, erigidos por nosotros, pues sin ellos
no podemos visualizar al mundo externo. Son gráficos por medio de los cuales nos representamos al mundo.
Proyectando fuera de
nosotros las causas de nuestras sensaciones, construimos estas causas en el
espacio, y visualizamos la realidad continua en la forma de una serie de
momentos consecutivos del tiempo.
Necesitamos esto
porque una cosa que no tiene extensión en el espacio no ocupa cierta parte del
espacio, y no existe durante cierta extensión de tiempo, no existe para
nosotros.
Esto significa que
una cosa sin espacio, no ubicada en el espacio, no considerada en la categoría
del espacio, no diferirá de modo alguno de otra cosa; ocupará el mismo lugar
que otra cosa, se fundirá en ella.
Del mismo modo, todos
los fenómenos considerados sin tiempo, o sea, no ubicados en el tiempo, no
considerados en una u otra posición desde el punto de vista de antes, ahora y
después, ocurrirán para nosotros simultáneamente, mezclándose uno con otro, por
así decirlo, y nuestra débil razón será incapaz de desenredar la variedad
infinita de un momento .
En consecuencia,
nuestra consciencia segrega grupos separados del caos de impresiones, y
construimos, en el espacio y el tiempo, representaciones de objetos que
corresponden a estos grupos de impresiones.
Hemos conseguido
dividir las cosas de algún modo, y las dividimos de acuerdo con las categorías
del tiempo y del espacio.
Pero debemos recordar
que estas divisiones sólo existen en nosotros, en nuestra percepción de las cosas,
y no en las cosas mismas.
No debemos olvidar
que no conocemos la verdadera interrelación de las cosas ni conocemos cosas
reales.
Todo lo que conocemos
son sus fantasmas, sus sombras, y no sabemos qué relación existe realmente
entre ellas.
¿Si alguna suerte de
división existe entre las cosas en sí mismas, en ningún caso podrá ser una
división en términos de tiempo y espacio?
Al mismo tiempo,
sabemos muy claramente que nuestra división de las cosas de acuerdo con el
tiempo y el espacio de ningún modo corresponde a la división de las cosas en sí
mismas consideradas independientemente de nuestra percepción de ellas; y
también sabemos muy claramente que si alguna suerte de división existe entre
las cosas en sí mismas, en ningún caso podrá ser una división en términos de
tiempo y espacio, como habitualmente entendemos estos términos, porque tal
división no es propiedad de las cosas sino sólo de nuestra percepción de las
cosas adquirida a través de los órganos de los sentidos.
Además, no sabemos si
es siquiera posible distinguir esas divisiones
que vemos, o sea
divisiones de acuerdo al espacio y al tiempo, cuando a las cosas se las mira,
no desde el punto de vista humano, no a través de los ojos humanos.
En otras palabras, no
sabemos si, para un organismo constituido diferentemente, nuestro mundo no
presentaría un cuadro enteramente distinto.
No podemos representar las cosas fuera de las
categorías de espacio y tiempo, pero pensamos constantemente en ellas fuera del
tiempo y del espacio.
Cuando decimos
"esta mesa", nos representamos la mesa en tiempo y espacio.
Pero cuando decimos
"un objeto hecho de madera", sin significar ningún objeto definido,
pero hablando genéricamente, eso se refiere a todos los objetos hechos de
madera, en todo el mundo y en todas las épocas.
Una persona
imaginativa podría considerar que hablamos de algún gran objeto hecho
de madera, compuesto con todas las cosas de madera que existieron en todas
partes y que, por así decirlo, representan sus átomos.
Aunque no nos demos
de esto una explicación muy clara, por lo general, pensamos en tiempo y espacio
sólo mediante representaciones; pero cuando pensamos en conceptos, ya pensamos
fuera del tiempo y del espacio.
A su criterio KANT lo
llamaba idealismo crítico, para
distinguirlo del idealismo dogmático, como
lo presentaba Berkeley.
De acuerdo con el
idealismo dogmático, todo el mundo —todas las cosas, o sea, las verdaderas
causas de las sensaciones, no tienen existencia excepto en nuestro
conocimiento— existen solamente
en la medida en que las conocemos.
Todo el mundo, como
lo representamos, es sólo un reflejo de nosotros mismos.
El idealismo de KANT
reconoce la existencia de un mundo de causas fuera de nosotros, pero afirma que
no podemos percibir este mundo a través de la percepción de los sentidos, y
que, en general, todo lo que vemos es nuestra propia creación, el
"producto del sujeto perceptor".
Así, de acuerdo con
KANT, todo lo que hallamos en los objetos es puesto dentro de ellos por
nosotros.
No sabemos a qué se
parece el mundo independientemente de nosotros.
Además, nuestra
concepción de las cosas nada tiene en común con las cosas como son en sí
mismas, aparte de nosotros.
Y, lo que es más
importante de todo, nuestra ignorancia de las cosas en sí mismas no se debe a
nuestro conocimiento insuficiente sino al hecho de que somos totalmente
incapaces de tener un conocimiento correcto
del mundo por medio de la percepción de los sentidos
Para expresarlo de
modo diferente, es incorrecto decir que aún sabemos poco pero que luego
sabremos más y, al final, llegaremos a una comprensión correcta del mundo; es
incorrecto porque nuestro conocimiento experimental no es una brumosa
representación del mundo real; es una representación muy vivida de un mundo enteramente
irreal, que surge alrededor de nosotros en el momento de nuestro
contacto con el mundo de las causas verdaderas, que no podemos alcanzar porque
hemos perdido nuestro camino en el mundo "material" irreal.
Ouspensky
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