LA
EXPERIENCIA DE LA CONSCIENCIA
EL
PRINCIPIO DE LA ESCALA
P.
¿En su experiencia el mundo estaba representado en diferentes escalas?
R.
Debería yo decir que tanto arriba como abajo el mundo estaba representado en
diferentes escalas, y estas escalas nunca se encontraban para mí, nunca
penetraron la una en la otra, permanecían enteramente inconmensurables.
Toda
la dificultad estaba precisamente en esto, y esta dificultad fue sentida en ese
entonces.
Me
convencí de que si pudiera tender un puente de lo que estaba abajo a lo que
estaba arriba, o más bien dicho en la dirección opuesta, de lo que estaba
arriba a lo que estaba abajo, comprendería yo todo lo que estaba abajo, porque
partiendo de arriba, los principios fundamentales, seria fácil y simple
comprender todo lo que estaba abajo.
Pero
nunca logré poner en contacto los principios con los hechos porque, aun cuando
como ya lo he dicho, todos los hechos se convirtieron rápidamente en
complicados jeroglíficos, estos jeroglíficos todavía se diferenciaban mucho de
los principios superiores.
Nada
de lo que estoy escribiendo, nada de lo que puede decirse acerca de mis
experiencias, podrá comprenderse si el continuo tono emocional de estas
experiencias no se toma en consideración.
No
había nunca momentos de calma, desapasionados, sin emoción; todo estaba lleno
de emoción, de sentimiento, casi de pasión.
La
cosa más extraña en todas estas experiencias era el retorno, el regreso al
estado ordinario, al estado al que nosotros llamamos vida.
Esto
era algo muy parecido a la muerte o a lo que yo pensaba que debería ser la
muerte.
Generalmente
este retomo ocurría cuando despertaba en la mañana después de un experimento
interesante la noche anterior.
Los
experimentos casi siempre terminaban en el sueño.
Durante
este sueño yo evidentemente pasaba al estado ordinario y despertaba en el
mundo de todos los días, en el mundo en el que despertaba todas las mañanas.
Pero
este mundo tenía algo extraordinariamente deprimente, estaba increíblemente vacío,
carecía de color y de vida.
Era
como si en él todo fuera de madera, como si fuera una enorme máquina de madera
con crujientes ruedas de madera, con pensamientos de madera, actitudes de
madera, sensaciones de madera; todo era terriblemente lento, se movía con gran
dificultad, o se movía con un melancólico crujir.
Todo
carecía de vida, de alma, de sentimientos.
Eran
terribles estos momentos de despertar en un mundo irreal después de un mundo
real, en un mundo muerto después de uno vivo, en un mundo limitado, cortado en
pequeños pedazos, después de un mundo infinito y unido.
No
conseguí llegar particularmente a nuevos hechos por medio de mis experimentos,
pero conseguí llegar a nuevas ideas.
Cuando
vi que mi primer objetivo, es decir, el objetivo mágico, permanecía
inalcanzable, empecé a pensar que la creación artificial de estados místicos
podría convertirse en el principio de un nuevo método de la psicología.
Este
objetivo podría haber sido alcanzado si hubiera yo encontrado posible cambiar
mi estado de conciencia al mismo tiempo que conservar la completa facultad de
observación.
Todo
demostró que esto era imposible de lograrse totalmente.
El
estado de conciencia cambiaba, pero yo no podía controlar el cambio, no podía
nunca decir con seguridad en
qué resultaría el experimento, e incluso no siempre podía observar; las ideas
se sucedían unas tras otras y desaparecían con gran rapidez.
Tuve
que reconocer que aun cuando mis experimentos habían establecido muchas
posibilidades, no ofrecían material para obtener conclusiones exactas.
Las
cuestiones fundamentales sobre la relación de la magia subjetiva con la magia
objetiva y con el misticismo quedaron sin respuestas decisivas.
Pero
después de mis experimentos empecé a comprender muchas cosas de modo diferente.
Empecé
a comprender que muchas especulaciones filosóficas y metafísicas, completamente
diferentes en materia, en forma y en terminología, pudieron haber sido en
realidad intentos para expresar precisamente aquello a cuyo conocimiento yo
llegué, y que he tratado de describir.
Comprendí
que en el fondo de muchos de los sistemas de estudio sobre el mundo y el hombre
podían encontrarse experiencias y sensaciones muy semejantes a las mías, quizá
idénticas a ellas.
Me
convencí de que por cientos y miles de años el pensamiento humano ha estado
girando alrededor de algo que no ha podido nunca expresar.
De
todos modos mis experimentos me dieron la indiscutible evidencia de la
posibilidad de ponerse en contacto con el mundo real que se encuentra en el fondo del oscilante espejismo del
mundo visible.
Me
convencí de que el conocimiento del mundo real es posible pero que, como se me
hizo cada vez más claro durante mis experimentos, requería un modo de acercarse
diferente y una preparación diferente.
Reuniendo
todo lo que había yo leído y oído acerca de la cuestión, no pude menos que ver
que muchas gentes antes que yo habían llegado al mismo resultado, y que muchas,
lo más probablemente, habían llegado mucho más lejos que yo.
Pero
todas ellas siempre se habían enfrentado inevitablemente a la misma dificultad,
a saber, a la imposibilidad de comunicar en el lenguaje del mundo muerto las
impresiones del mundo vivo.
Ouspensky
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