LA TEORÍA DEL
CONOCIMIENTO
Por: Maurice Nicoll
Platón describe estos
grados en el hombre comparándolos a cuatro niveles del desarrollo mental.
En su teoría del
conocimiento corresponden a cuatro formas o modos de saber.
La más baja es poco
más que una conciencia simple de las imágenes de los objetos.
El estado más bajo (eikasia) es el que proporciona la
visión más superficial del mundo y el menor grado de conocimiento.
El estado mental, en
este nivel, no es sino una serie de imágenes y de sueños.
'Las sombras, las
imágenes y los sueños son los tipos más obvios de irrealidad, y su contraste
con las realidades fue algo que los pensadores más tempranos destacaron
vivamente, como ocurre con una mente que recién empieza a despertar'.
(nettieship).
En su bien conocida
analogía, Platón compara el estado mental del hombre al de un preso encadenado
en una cueva, que mira hacia la pared sobre la cual caen las sombras de las
cosas reales que están fuera de la cueva; el hombre no puede tener una idea cierta
hasta darse cuenta de su situación y volverse.
Tal es el estado de EIKASIA.
Se caracteriza por
una continua incertidumbre y vaguedad, como si uno viviese en un mundo de
ensueño, lleno de sombras y de temores.
En este estado de
ilusión el hombre es sencillamente un débil reflejo del mundo que cambia en el
tiempo, el que, a su vez, es una procesión de las imágenes que captan los
sentidos.
Nosotros vivimos
principalmente en esta condición interna de eikasia durante la mayor parte de nuestra vida.
Este es el estado o
condición en que el alma vive en el grado más bajo de la escala de la realidad
que todos llevamos dentro.
La 'armonía' o la
escala suele a veces llamarse el alma misma, aun cuando en otras oportunidades
se habla del alma como de una energía que pudiera relacionarse con las gradaciones
superiores o inferiores que hay en ella.
La siguiente etapa
que define Pitágoras es la de PISTIS.
Es en este estado en
el que conocemos, por experiencia directa, algunos de los hechos tangibles de
la vida.
Sentimos cierta
certidumbre con respecto a algunas cosas, y nos formamos opiniones precisas, o
bien ellas se forman en nosotros, mediante la imitación.
Si las examinamos,
estas opiniones pueden ser muy contradictorias.
Pero es en virtud de
que cada una de ellas nos proporciona cierto sentido de seguridad, que no
investigamos a fondo y que no queremos hacerlo.
Este es el estado de pistis, la condición de la creencia
y de las opiniones.
Y por muy ingenuo que
sea, nos proporciona cierto sentido de seguridad.
De suerte que
encontramos en diferentes países a gentes que tienen creencias similares acerca
de la naturaleza de las cosas en general, pero con un sentimiento de certeza en
común.
Aun cuando en algunas
de estas creencias pueda haber algo de verdad, la mera creencia hace que su percepción interior, la percepción de
justamente esa verdad, se vea entorpecida.
Platón clasificó
estos dos estados mentales llamándolos opinión
(doxa).
La creencia y la
percepción de sombras no son la realidad de la vigilia.
No son comprensión.
Se puede sostener una
opinión correcta, pero, en tanto sea únicamente opinión, no es la percepción de
la verdad, sino tan sólo una especie de sueño sobre ella, o sea que la mente no
está despierta.
Cuando las gentes
comienzan a revisar sus opiniones y encuentran que en sus varias creencias hay
contradicciones, entonces empiezan a buscar principios o alguna forma de unidad
subyacente en la variedad.
A esta condición de
desarrollo mental Platón la llama DIANOÍA.
Al razonar,
partiendo de una hipótesis, como ocurre en geometría, utilizamos el pensamiento
dianoético.
Lo mismo ocurre cuando
tratamos de hallar una ley que unifique varios fenómenos percibidos.
Estos dos ejemplos no
son, por cierto, similares.
El pensamiento
científico es dianoético en
cuanto trata de abstraerse del grueso de las cosas sensibles, a fin de
establecer leyes sencillas que explican los fenómenos descriptivamente.
Y por encima de todos
estos Platón ubica el nivel más elevado en el hombre, nous (mente).
Quizás podamos
divisar algo de lo que significa este término.
Si pudiésemos ver simultáneamente todas las relaciones
y afinidades que tiene un objeto, en lugar de verlo como una colección confusa
de propiedades percibidas por separado y que, a menudo, nos parecen
contradictorias, nos hallaríamos en el nivel noético de la experiencia consciente.
'Supongamos que
varios hombres de ciencia se hubiesen propuesto agotar todas las propiedades de
un objeto, y que llegasen a comprender todas estas propiedades; entonces
consideraríamos el objeto como un centro en el cual convergen un número de
leyes de la naturaleza, o la que Platón llamaría formas (ideas)'. (nettieship).
Las propiedades
sensibles y separadas del objeto quedarían entonces fusionadas en su significado total.
Se le vería como una
expresión del universo, de suerte que todo cuanto nos informen los sentidos no
estaría ni perdido de vista, ni errado, sino que quedaría investido de un
significado que trasciende toda percepción sensorial y devendría la
manifestación de una 'forma inteligible' o idea.
En este nivel noético experimentaríamos el mundo de
una manera diferente y nueva, o sea que lo experimentaríamos con respecto a la
conexión, relación, sentido y significado de todo cuanto percibimos.
La experimentación noética no puede ser sino materia del
conocimiento individual.
La participación del
conocimiento, poseído por un número de personas que saben acerca de los
distintos aspectos de la misma cuestión, no podría dar como resultado la noesis, como nettieship parece
implicar.
Ya que el nivel noético de la experiencia consciente
y el mundo de las formas de Platón, están estrechamente relacionados, debemos
examinar, durante un momento, la teoría cosmológica en que aparece esto
último.
Se considera que toda
creación visible es una copia imperfecta de las ideas o formas invisibles y que
uno puede aprehender tan sólo por la mente (NOUS) en su nivel más alto.
Nuestros sentidos nos
revelan únicamente copias.
Estas copias existen
en el tiempo que pasa, pues todo lo
visible, todo objeto sensible existe en el tiempo que pasa.
Las ideas están fuera
del tiempo, pero se reflejan en los objetos del tiempo.
Y tenemos que el
hombre se encuentra entre el mundo sensible de las copias y un mundo
inteligible (que se percibe con la mente) de verdaderas formas, y del cual las
copias son representaciones.
Esta teoría
cosmológica tiene tres
términos, 1) aquello que deviene
y que es una copia en el tiempo; 2) aquello en lo cual deviene, y, 3) el modelo
en lo cual aquello que deviene —la copia— está basado.
'Podemos comparar al
recipiente con la madre, al modelo con el padre y aquello que surge entre
ambos, como el hijo'. (Timeo,
50, D).
Por consiguiente, la
naturaleza o la creación de lo visible en el tiempo, no existe de si mismo.
No es la causa de si
mismo, sino una siempre cambiante copia de algo que yace tras las apariencias.
El recipiente o la madre, es el espacio tridimensional y tiene
que estar libre de toda propiedad, a fin de poder recibir la impresión del
modelo.
La copia yace en el tiempo.
El modelo (la idea) yace fuera de nuestro espacio y tiempo.
Puesto que yace en el
tiempo, la copia está siempre cambiando, siempre manifestándose, pero tan sólo
parcialmente.
Su plena expresión se
encuentra en el primer diseño, o modelo original, más allá de nuestro tiempo.
Entonces si alguna
vez pudiésemos llegar al nivel de la experiencia noética, nuestra percepción interior del modelo investiría a la
copia exterior de un significado intenso.
Nuestra intuición del
modelo, como un conocimiento directo, quedaría libre de todas las propiedades
de los sentidos.
Sería un conocimiento
aparte de los sentidos, pero en cuanto diese encuentro a la copia sensible en
el espacio exterior, la exaltaría en todo su significado porque su forma total habría sido íntegramente
percibida.
Platón observa que,
en este nivel de experiencia consciente, el mundo aparece como una escala o
como una serie de órdenes de existencia, cada una de las cuales está conectada
con un orden por encima y con otro por abajo
Ya hemos indicado un
modo de prepararse para alcanzar este estado: el ejercitarse en poder ver unidas las relaciones que existen
entre las diversas ramas del conocimiento disponible, o sea que el progreso en
el conocimiento, es el progreso en la percepción de la unidad del conocimiento.
Si imaginamos que una
rama del conocimiento puede existir separadamente y por sí misma, estaremos en
un error, pues todo está conectado en un orden de escala o de 'armonía'.
Maurice Nicoll
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