miércoles, 11 de febrero de 2015

LA CONCIENCIA Y EL CONOCIMIENTO

LA CONCIENCIA Y EL CONOCIMIENTO

Con relación a lo que aprendía durante mis experimentos, especial­mente sobre el aumento de la posibilidad del conocimiento, llegué a conocer mucho que era extraño y que no se encontraba dentro de ninguna teoría que hubiera yo sabido antes.

La conciencia que se ponía en comunicación conmigo por medio de los jeroglíficos móviles daba una gran importancia a esta cuestión y tra­taba de dejar marcada en mi mente, quizá más que cualquiera otra cosa, lo que se refería a esta cuestión, es decir, a los métodos de conocimiento.

Quiero decir que los jeroglíficos me explicaban que además del cono­cimiento ordinario basado en la evidencia de los órganos de los sentidos, en el cálculo o en el pensar lógico hay otros tres conocimientos o facul­tades de conocimiento, que se diferencian uno de otro y del conocimiento ordinario, no en grado, no en forma, no en realidad, sino en su misma naturaleza, como fenómenos de un orden totalmente diferente que no pueden ser medidos por la misma medida.

En nuestro lenguaje llamamos a estos tres fenómenos juntos, en donde reconocemos su existencia, cono­cimiento intensificado, es decir, admitimos su diferencia del conocimiento ordinario, pero no comprendemos su diferencia recíproca.

Esto, según los jeroglíficos, es el factor principal que nos impide comprender correctamente nuestra relación con el mundo.

Antes de tratar de definir las “tres clases de conocimiento” debo se­ñalar que la comunicación acerca de las formas de conocimiento siempre daba principio con alguna pregunta mía que no tenía ninguna relación definida con los problemas del conocimiento, sino que evidentemente iba en contra en alguna forma de las leyes del conocimiento que nos eran desconocidas a nosotros.

Por ejemplo, esto sucedía casi siempre cuando del dominio de las cuestiones abstractas trataba yo de pasar a los fenómenos concretos, haciendo preguntas acerca de personas vivas o de cosas reales, o acerca de mi mismo en el pasado, en el presente o en el futuro.

En esos casos recibía yo la respuesta de que lo que quería yo saber podría saberse por tres maneras o de que, hablando en general, había tres vías de conocimiento, además por supuesto de la vía ordinaria de conocimiento con el auxilio de los órganos de los sentidos, del cálculo y del pensar lógico, que no se incluía dentro de la pregunta, y cuyos limites se suponía que se conocían.

Aún más, generalmente seguía una descripción de las características y de las propiedades de cada vía.

Era como si alguien ansioso de darme las ideas correctas de las cosas encontrara particularmente importante que comprendiera yo esto co­rrectamente.

Trataré de exponer lo más exactamente posible todo lo que se refiere a esta cuestión.

Pero dudo que pueda conseguir expresar plenamente incluso lo que yo mismo entiendo.

La primera forma de conocimiento es el conocimiento en una forma no común, como por medio de una visión interna, de todo lo que se refiere a las cosas y a los hechos con los que yo me encuentro direc­tamente relacionado y en los que yo estoy directa y personalmente inte­resado.

Por ejemplo, conozco algo que debe en el futuro cercano sucederme a mí o sucederle a alguien íntimamente relacionado conmigo, y si llego al conocimiento de esto no en la forma ordinaria sino por medio de la visión interna, esto sería conocimiento de esa clase.

Si sé que un barco en el que tendré que viajar naufragará, o si sé que en cierto día un serio peligro amenazará a alguno de mis amigos, y si sé que tomando ciertas providencias puedo conjurar el peligro, éste será conocimiento de la primera clase o el primer conocimiento.

El interés personal constituye una condición necesaria de este conocimiento.

El interés personal rela­ciona al hombre en cierta forma con las cosas y los sucesos y lo coloca en posibilidad de ocupar en relación con ellos una determinada “posición de conocimiento”.

El interés personal, esto es, la presencia de la per­sona interesada, es casi una condición necesaria para “decir la fortuna”, para la “clarividencia”, para la “predicción del futuro”; sin el interés personal estas cosas son casi imposibles.

El segundo conocimiento es también conocimiento de las cosas y de los hechos ordinarios de nuestra vida, para llegar al conocimiento de los cuales no tenemos medios ordinarios —exactamente como en el primer caso— pero con los que nada nos relaciona personalmente.

Si sé que un barco habrá de naufragar, y en cuyo destino no me encuentro personalmente interesado en ninguna forma, y en el cual ni yo ni ninguno de mis amigos habremos de viajar; si sé lo que pasa en la casa de mi vecino, pero que no tiene ninguna relación conmigo; si llegó al conocimiento seguro de quiénes fueron en realidad las personas a quienes se considera enigmas históricos, como el Hombre de la Máscara de Hierro, o De­metrio el Pretendiente o el Conde de Saint-Germain, o si sé el futuro o el pasado de alguien, que tampoco tenga ninguna relación conmigo, ésta será la segunda clase de conocimiento.

La segunda clase de conocimiento es la más difícil, y es casi imposible, porque si un hombre, accidental­mente o con el auxilio de medios o métodos especiales, supiera más de lo que otras gentes pueden saber, estaría seguramente en posibilidad de llegar a sus conocimientos por la primera forma.

La segunda clase de conocimiento contiene algo ilegal.

Es “mágica” en el pleno sentido de la palabra.

La primera y la tercera formas de conocimiento en comparación con la segunda parecen simples y natu­rales, aun cuando la primera forma, basada en la aprehensión emocional, en el presentimiento o en el deseo de alguna clase, parece un truco psicológico; y la tercera forma parece ser la continuación del conoci­miento ordinario, pero sobre nuevas normas y nuevos principios.

El tercer conocimiento es el conocimiento basado en el conocimiento del mecanismo de todo lo existente.

Conociendo todo el mecanismo y conociendo todas las relaciones de las partes separadas, es fácil llegar a los más pequeños detalles y determinar con absoluta precisión todo lo que se relaciona con estos detalles.

El tercer conocimiento es el conoci­miento basado en el cálculo.

Todo puede ser calculado.

Si se conoce el mecanismo de todo es posible calcular qué clase de tiempo habrá dentro del periodo de un mes o dentro del periodo de un año; será posible calcular el día y la hora de todo lo que sucede.

Sería posible calcular el significado y el sentido de todos los pequeños hechos que ocurren.

La dificultad de la tercera forma de conocimiento estriba, primero, en la necesidad de conocer el mecanismo entero para el conocimiento de las cosas más pequeñas y, segundo, en la necesidad de poner en movi­miento toda la colosal máquina del conocimiento para llegar al conoci­miento de algo pequeño e insignificante.

Esto es a grandes rasgos lo que “aprendí” o “comprendí” en relación con las tres clases de conocimiento.

Veo claramente que en esta descrip­ción la idea está comunicada inadecuadamente; muchas cosas, proba­blemente las más importantes, se han ido de mi memoria hace mucho tiempo.

Esto es verdad no sólo en relación con el problema del conocimiento, sino, en general, en relación con todo lo que se ha escrito aquí acerca de mis experimentos.

Todas estas descripciones deben tomarse con mucho cuidado, en el entendimiento de que en la descripción, el noventa y nueve por ciento de lo que fue sentido y comprendido du­rante los experimentos se ha perdido.

Ouspensky









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