LA VIEJA FORMA DE
PENSAR
Quizá muy rara vez
nos damos cuenta de que cualquiera que sea la dirección en que vaya nuestro
pensamiento natural, nos conduce a una nada.
O bien llegamos a una
contradicción, o bien a lo desconocido.
Cuando buscamos una
explicación del mundo fenomenal con la mente cimentada en lo fenoménico, no
podemos pasar de cierto punto porque carecemos de las ideas necesarias.
Ya hemos comentado
como la idea de la tercera
dimensión explicaría muchas cosas a los seres del papel.
Por ejemplo, la
entrada de la tercera dimensión a su mundo sería la verdadera explicación de lo
que a ellos les parecería el crecimiento.
Por cierto que la
lenta penetración de la punta carbónica del lápiz les parecería algo que
estaba creciendo.
Poco a poco la verían
cómo se va cubriendo de una capa de madera.
Primero la verían
como una semilla, una punta de carbón, que tiene la capacidad de crecer y
secretar madera.
Nosotros pensamos
acerca del crecimiento de una semilla en la misma forma.
No podemos imitar el
crecimiento.
El crecimiento viene
de 'adentro'.
Las dimensiones
superiores penetran en nuestro mundo desde
dentro, de la dirección de lo más pequeño.
Nosotros nos
limitamos a ver como una semilla se convierte en una planta, como un niño se
convierte en un hombre, en el tiempo que pasa, y pensamos acerca de ello de un
modo externo, como una especie de crecimiento de la materia que viene desde
fuera.
No lo vemos como algo
que proviene de la semilla, o a través del niño, desde dentro —no vemos la
entrada de una nueva dimensión que, para nosotros, es el tiempo que pasa.
Pensamos que la flor
yace en potencia en la semilla, y que la vida crece de la semilla y no que la
vida entra a su manifestación a través de la semilla.
No concebimos una idea generativa tras la semilla, y la
semilla como una diminuta máquina receptora a la cual pasa el mundo generativo
de la forma.
Del mismo modo, nos
es imposible entender lo que es el instinto,
porque buscamos su asiento en la estructura material.
Pero en términos
semejantes, el instinto es algo incomprensible.
El mundo superior
penetra en el inferior por todos lados, en el pensamiento, en el sentimiento,
en el instinto, en el acontecimiento.
No debemos confundir
con la forma material lo que es la forma generativa que dota de significado a
las cosas.
Lo generativo entra a
la forma material.
El instinto es forma,
idea, en este sentido.
Nosotros únicamente
conocemos la forma en serie, tal como únicamente conocemos los acontecimientos
como una sucesión, relacionados los unos a los otros.
La forma superior se
encuentra en una unidad fuera del tiempo, y la relación de la forma material a
esta forma superior da el significado.
El estudio de la vida
es el estudio del significado y uso que tienen las cosas, y no simplemente el
análisis de su estructura material.
Lo que debería
concernirnos son las circunstancias bajo las cuales se da la mejor expresión de
una cosa.
El estudio de la
materia no nos proporciona este resultado, porque deja de lado lo que la cosa es y para qué es, al
colocarse por debajo de su nivel más significativo.
De este modo la
ciencia complica la vida al tratar de alcanzarlo todo continuamente por debajo
de su nivel y perder la idea.
Si pensamos que la
flor y el hombre existen en potencia como semilla y niño, si pensamos en las
propiedades fisiológicas de sus tejidos, estaremos en lo cierto en un sentido;
únicamente que así tratamos la cuestión desde el punto de vista del mundo
tridimensional en el tiempo que pasa, y tendremos que atribuir a la materia ciertas propiedades
extraordinarias.
Pero cuando pensamos
en el crecimiento como algo debido a la entrada de dimensiones superiores, hablamos
desde otro punto de vista, vemos la conexión que hay entre lo visible y lo
invisible, entre el espacio superior y el espacio inferior.
Como ya lo he dicho,
el darse cuenta del espacio superior revierte la dirección de nuestro
pensamiento. Justamente en aquel punto en el que termina nuestro pensamiento
ordinario, habiendo llegado hasta donde puede llegar, y de suerte que, más
allá, ya no encuentra nada, justamente ahí, digo, yace el punto donde
puede comenzar otra clase de pensamiento.
No podemos pasar más
allá con la forma de pensamiento que se apoya en el mundo tridimensional del
tiempo que pasa.
Maurice Nicoll
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