miércoles, 11 de febrero de 2015

LA VIEJA FORMA DE PENSAR

LA VIEJA FORMA DE PENSAR

Quizá muy rara vez nos damos cuenta de que cualquiera que sea la dirección en que vaya nuestro pensamiento natural, nos conduce a una nada.

O bien llegamos a una contradicción, o bien a lo desconocido.

Cuando buscamos una explicación del mundo fenomenal con la mente cimentada en lo fenoménico, no podemos pasar de cierto punto porque carecemos de las ideas necesarias.

Ya hemos comentado como la idea de la tercera dimensión explicaría muchas cosas a los seres del papel.

Por ejemplo, la entrada de la tercera dimensión a su mundo sería la verdadera explicación de lo que a ellos les parecería el crecimiento.

Por cierto que la lenta penetración de la punta carbónica del lápiz les pare­cería algo que estaba creciendo.

Poco a poco la verían cómo se va cu­briendo de una capa de madera.

Primero la verían como una semilla, una punta de carbón, que tiene la capacidad de crecer y secretar madera.

Nosotros pensamos acerca del crecimiento de una semilla en la misma forma.

No podemos imitar el crecimiento.

El crecimiento viene de 'adentro'.

Las dimensiones superiores penetran en nuestro mundo desde dentro, de la dirección de lo más pequeño.

Nosotros nos limitamos a ver como una semilla se convierte en una planta, como un niño se convierte en un hombre, en el tiempo que pasa, y pensamos acerca de ello de un modo externo, como una especie de crecimiento de la materia que viene des­de fuera.

No lo vemos como algo que proviene de la semilla, o a través del niño, desde dentro —no vemos la entrada de una nueva dimensión que, para nosotros, es el tiempo que pasa.

Pensamos que la flor yace en potencia en la semilla, y que la vida crece de la semilla y no que la vida entra a su manifestación a través de la semilla.

No concebimos una idea generativa tras la semilla, y la semilla como una diminuta máquina receptora a la cual pasa el mundo gene­rativo de la forma.

Del mismo modo, nos es imposible entender lo que es el instinto, porque buscamos su asiento en la estructura material.

Pero en términos semejantes, el instinto es algo incomprensible.

El mundo superior penetra en el inferior por todos lados, en el pensamiento, en el sentimiento, en el instinto, en el acontecimiento.

No debemos confundir con la forma material lo que es la forma generativa que dota de significado a las cosas.

Lo generativo entra a la forma material.

El instinto es forma, idea, en este sentido.

Nosotros únicamente conocemos la forma en serie, tal como únicamente conocemos los acontecimientos como una sucesión, relacionados los unos a los otros.

La forma superior se encuen­tra en una unidad fuera del tiempo, y la relación de la forma material a esta forma superior da el significado.

El estudio de la vida es el estudio del significado y uso que tienen las cosas, y no simplemente el análisis de su estructura material.

Lo que debería concernirnos son las circunstancias bajo las cuales se da la mejor expresión de una cosa.

El estudio de la materia no nos proporciona este resultado, porque deja de lado lo que la cosa es y para qué es, al colocarse por debajo de su nivel más significativo.

De este modo la ciencia complica la vida al tratar de alcanzarlo todo con­tinuamente por debajo de su nivel y perder la idea.

Si pensamos que la flor y el hombre existen en potencia como semilla y niño, si pensamos en las propiedades fisiológicas de sus tejidos, estaremos en lo cierto en un sentido; únicamente que así tratamos la cuestión desde el punto de vista del mundo tridimensional en el tiempo que pasa, y tendremos que atribuir a la materia ciertas propiedades extraordinarias.

Pero cuando pensamos en el crecimiento como algo debido a la entrada de dimensiones superiores, ha­blamos desde otro punto de vista, vemos la conexión que hay entre lo vi­sible y lo invisible, entre el espacio superior y el espacio inferior.

Como ya lo he dicho, el darse cuenta del espacio superior revierte la dirección de nuestro pensamiento. Justamente en aquel punto en el que termina nuestro pensamiento ordinario, habiendo llegado hasta donde puede llegar, y de suerte que, más allá, ya no encuentra nada,     justamente ahí, digo, yace el punto donde puede comenzar otra clase de pensamiento.

No podemos pasar más allá con la forma de pensamiento que se apoya en el mundo tridimensional del tiempo que pasa.

Maurice Nicoll





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