miércoles, 11 de febrero de 2015

LA MENTE

LA MENTE

Erigena coloca la Mente en la cima de la escala de la realidad, la coloca fuera del espacio y fuera del tiempo.

A la manera científica nos­otros colocamos todas las causas originales en un tiempo lejano.

Con nuestra manera ordinaria de pensar, no podemos comprender cómo he­mos de considerar las causas de otro modo, pues nuestras ideas natura­les surgen de nuestra experiencia del espacio y del tiempo.

Habitamos un mundo de tiempo que pasa, un mundo que es de momento a mo­mento, un mundo de opuestos, de contradicciones y, por así decirlo, de medias verdades.

Al verano le sigue el invierno, a la guerra le sigue la paz, etc., y estos opuestos se encuentran separados por el tiempo.

Lo que llamamos nuestra razón pasiva argumenta en base al tiempo y al espacio como les conocemos.

Trata de explicarlo todo sobre esta base.

Pero al estudiar sistemas como el de Erigena, hallamos que nuestro es­pacio y nuestro tiempo son condiciones particulares a que todos los mortales están sujetos.

En breve, únicamente conocemos una realidad limitada que se caracteriza por su paso en el tiempo.

De esta suerte, se nos indica que la causa fundamental y original de todas las cosas no se encuentra en un millón de años atrás; se encuentra fuera del tiem­po, se encuentra Ahora.

Erigena deriva ciertas conclusiones de la escala del mundo en la que basa todo su sistema.

Lo que se encuentra en un nivel inferior no puede comprender a un nivel superior, pero puede ser plenamente com­prendido y entendido por lo superior, y puede hallar su completo significado únicamente cuando trata de penetrar la realidad que yace sobre él.

El ser consciente del hombre es capaz de ascender en esta escala.

Ya que esta escala se da como una representación de la verdadera estructura del universo, se nos indica que todo mantiene cierta relación con todo lo demás.

Hallamos esta misma idea en la escala Pitagórica de las proporciones armónicas.

Por experiencia directa sabemos, hasta cierto punto, que nada vive de sí mismo.

Podemos percibir que nuestra vitalidad emana de la energía del sol, que obra sobre las diminutas má­quinas solares en las hojas de las plantas y en los organismos que flotan sobre la superficie del mar.

Y construyen de la luz, del aire, del agua, de los minerales, el alimento que mantiene la vida orgánica en general.

En este sentido, dependemos de que lo que es perceptiblemente lo menor para nuestra existencia física.

El sol, el hombre y la célula están conectados.

Pero cada uno es de un orden diferente.

El sol es un cuerpo de una vasta energía y, cuya temperatura interior es de cuarenta millones de grados.

La célula es el microscópico elemento acuoso de la vida, y de ella se construye todo tejido vivo.

Existimos en un universo de relaciones en el que todo está sometido a un orden; de suerte que el todo, la totalidad, constituye una unidad.

En sí mismo, este orden es real.

Hallamos orden en el átomo, en el número limitado de posibles órbitas que rodean el protón central.

En­contramos orden en la constitución del cuerpo humano, en la interrelación de sus órganos, en la integración de su sistema nervioso.

Encon­tramos orden en el mundo estelar y planetario.

No solamente hallamos cargas positiva y negativa en la electricidad y acción y reacción, sino un tercer principio: orden.

Ya que todo está proporcionalmente unido en una común entidad de orden, el universo de Erigena está conectado por todos lados.

Lo infe­rior está comprendido en lo superior, y es relativamente menos real que lo superior.

Todas las cosas son reales, pero relativamente menos rea­les que lo que hay sobre ellas.

Por cuanto el hombre es un pequeño universo en si mismo, esta es­cala de relativa realidad también existe en él, hasta cierto punto, de suerte que pueda llegar a ser más real, puede lograr una existencia más plena, ascendiendo por ella en sí mismo.

'El efecto de este esquema es hacer que el mundo sea un com­plejo sistema de grados de realidad dentro del cual cada cosa es, desde un punto de vista, real y existente; y, desde otro punto de vista, irreal y no-existente...

La existencia inferior es irreal en comparación con la superior, a través de todo el universo...

A menos que la totalidad de las cosas sea una masa desconectada de particularidades, y, por tanto, no sea un universo en forma alguna, es imposible pen­sar acerca de cada cosa como si estuviesen todas en el mismo plano de realidad...

Podemos asegurar la realidad relativa de cada hecho, y a la vez la realidad absoluta del universo, como un sistema racio­nal, cada vez que afirmamos que las múltiples apariencias del mundo corresponden a órdenes sucesivos de realidad'. (HENRY BETT: JOANNES SCOTUS ERIGENA)

Maurice Nicoll



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