EL MUNDO DE LOS
SENTIDOS
El sentido que
ordinariamente tenemos de nuestra propia existencia deriva de las cosas
externas.
Tratamos de presionar
sobre el mundo visible, procuramos sentirnos a nosotros mismos en lo que yace
fuera de nosotros: en el dinero, en las posesiones, en las ropas, en la situación.
En una palabra,
tratamos de salir fuera de nosotros.
Sentimos que aquello
de que carecemos se encuentra fuera de nosotros, en el mundo que nos muestran
los órganos de los sentidos.
Y es solamente
natural que así sea, por cuanto el mundo de los sentidos es tan obvio.
Pensamos en términos;
de este mundo, por así decirlo, y pensamos hacia él.
Nos parece que la
solución de nuestras dificultades yace en el mundo exterior, en la adquisición
o en el logro de algo, en recibir honores, etc.
Lo que es más, ni
siquiera accedemos fácilmente a apoyar una insinuación acerca de nuestra
invisibilidad.
Ni reflexionamos que
a la vez de que estamos relacionados a un mundo obvio y a través de los
sentidos, podemos, también, estar relacionados a otro mundo no tan obvio a
través de la 'comprensión'.
Y este mundo es tan
complejo y tan diverso como el que nos presentan los sentidos.
Y también tiene
muchos lugares deseables e indeseables.
Nuestros cuerpos se
yerguen en el mundo visible.
Están ubicados en el espacio de tres dimensiones, en
el espacio accesible a los sentidos de la vista y el tacto.
En sí mismos nuestros
cuerpos son tridimensionales; tienen largura, altura y grosor.
Son 'sólidos' en el
espacio.
Pero nosotros, en nosotros mismos, no estamos en este mundo de tres
dimensiones.
Por ejemplo, nuestros
pensamientos no son sólidos tridimensionales.
Un pensamiento no se
encuentra ni a la derecha ni a
la izquierda de otro
pensamiento.
¿Y no son acaso muy reales para nosotros?
Si decimos que la
realidad que existe en el mundo tridimensional, en el mundo exterior, es la única realidad, entonces preciso es que
nuestros pensamientos y sentimientos, que están en nuestro mundo interior, sean irreales.
Nuestra vida
interior, o sea nosotros mismos,
no tiene ubicación alguna en el espacio perceptible por medio de los sentidos.
Pero aun cuando el
pensamiento, el sentimiento y la imaginación no ocupan lugar alguno en el
espacio, podemos pensar acerca de ellos como si tuviesen un lugar en alguna
otra clase de espacio.
Un pensamiento sigue
a otro en el tiempo que pasa.
Un sentimiento dura
cierto tiempo y luego desaparece.
Si pensáramos acerca
del tiempo como de una cuarta dimensión, o como una dimensión superior del
espacio, nuestra vida interior nos parecería entonces relacionada a este
espacio 'superior' o mundo con un mayor número de dimensiones que las
accesibles a nuestros sentidos.
Si concebimos un
mundo de dimensiones superiores, podemos también considerar que no vivimos
propiamente en el de sólo tres que tocamos y vemos, y en el que conocemos a
otras personas, sino que tenemos un contacto más íntimo con una forma de
existencia más dimensional y que comienza con el tiempo.
Maurice Nicoll
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