miércoles, 11 de febrero de 2015

EL MUNDO DE LOS SENTIDOS

EL MUNDO DE LOS SENTIDOS

El sentido que ordinariamente tenemos de nuestra propia existen­cia deriva de las cosas externas.

Tratamos de presionar sobre el mundo visible, procuramos sentirnos a nosotros mismos en lo que yace fuera de nosotros: en el dinero, en las posesiones, en las ropas, en la situa­ción.

En una palabra, tratamos de salir fuera de nosotros.

Sentimos que aquello de que carecemos se encuentra fuera de nosotros, en el mundo que nos muestran los órganos de los sentidos.

Y es solamente natural que así sea, por cuanto el mundo de los sentidos es tan obvio.

Pensamos en términos; de este mundo, por así decirlo, y pensamos hacia él.

Nos pa­rece que la solución de nuestras dificultades yace en el mundo exterior, en la adquisición o en el logro de algo, en recibir honores, etc.

Lo que es más, ni siquiera accedemos fácilmente a apoyar una insinuación acerca de nuestra invisibilidad.

Ni reflexionamos que a la vez de que estamos relacionados a un mundo obvio y a través de los sentidos, podemos, tam­bién, estar relacionados a otro mundo no tan obvio a través de la 'comprensión'.

Y este mundo es tan complejo y tan diverso como el que nos presentan los sentidos.

Y también tiene muchos lugares deseables e indeseables.

Nuestros cuerpos se yerguen en el mundo visible.

Están ubicados en el espacio de tres dimensiones, en el espacio accesible a los sentidos de la vista y el tacto.

En sí mismos nuestros cuerpos son tridimensionales; tienen largura, altura y grosor.

Son 'sólidos' en el espacio.

Pero nos­otros, en nosotros mismos, no estamos en este mundo de tres dimensiones.

Por ejemplo, nuestros pensamientos no son sólidos tridimensionales.

Un pensamiento no se encuentra ni a la derecha ni a la izquierda de otro pensamiento.

¿Y no son acaso muy reales para nosotros?

Si decimos que la realidad que existe en el mundo tridimensional, en el mundo exterior, es la única realidad, entonces preciso es que nuestros pensa­mientos y sentimientos, que están en nuestro mundo interior, sean irreales.

Nuestra vida interior, o sea nosotros mismos, no tiene ubicación al­guna en el espacio perceptible por medio de los sentidos.

Pero aun cuan­do el pensamiento, el sentimiento y la imaginación no ocupan lugar al­guno en el espacio, podemos pensar acerca de ellos como si tuviesen un lugar en alguna otra clase de espacio.

Un pensamiento sigue a otro en el tiempo que pasa.

Un sentimiento dura cierto tiempo y luego desapa­rece.

Si pensáramos acerca del tiempo como de una cuarta dimensión, o como una dimensión superior del espacio, nuestra vida interior nos parecería entonces relacionada a este espacio 'superior' o mundo con un mayor número de dimensiones que las accesibles a nuestros sentidos.

Si concebimos un mundo de dimensiones superiores, podemos también considerar que no vivimos propiamente en el de sólo tres que tocamos y vemos, y en el que conocemos a otras personas, sino que tenemos un contacto más íntimo con una forma de existencia más dimensional y que comienza con el tiempo.

Maurice Nicoll



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