miércoles, 11 de febrero de 2015

EL ARTE EN EL TIEMPO VIVO

EL ARTE EN EL TIEMPO VIVO

En la literatura, en la arquitectura, en el arte encontramos algunas señales que provienen de otras partes del tiempo vivo.

Aquello que leemos y que proviene de aquellas partes que nos rodean, pertenece al mundo vivo.

¿Podemos, entonces, pensar que hemos superado aque­llas ideas que nos llegan de lo que nosotros consideramos como un pasado muerto?

No; pues toda la historia es un hoy día vivo.

Todo el pensamiento se encuentra en el hoy día de la humanidad.

A través de toda su extensión en el tiempo la humanidad está pensando.

Situados en algún punto de este inmenso círculo de la humanidad, siempre pre­sente bajo el ojo de lo eterno, nosotros, los así llamados modernos, esta­mos ahora presenciando un ángulo de la totalidad, una sección del mundo, un radio de la verdad.

Este pequeño hoy día de nosotros, y que tomamos como la cima del progreso, es una fracción del hoy día en sí.

Pero a menos que el tiempo que pasa se desprenda de nosotros, nun­ca lo podremos comprender.

Ha de cambiar el sentido del tiempo.

He­mos de aprender a pensar más allá del tiempo, fuera del tiempo, y a menos que dudemos de nuestra existencia temporal, a menos que co­mencemos a pensar de una manera diferente acerca de todas las cosas, y a menos que demos una interpretación completamente nueva a nuestras vidas, no podremos cambiar nuestro punto de vista, que es el punto de vista de la ilusión.

Pensar acerca del tiempo en si nos acerca un poco más al sentido y significado de la eternidad.

Cesa el movimiento avasalla­dor del tiempo que pasa.

Y de una dirección indefinible, intermitentemente, viene hacia nosotros el sentido del ahora.

Cambia el sentimiento de la vida.

Cambia la dirección de nuestros esfuerzos.

Cambia la valorización de todas nuestras experiencias.

Percibimos aquello de lo que debemos huir, ese insensato círculo de nuestras reacciones.

Y al percatarnos de que el punto de vista puramente temporal no nos da nada, o bien que nos arre­bata inmediatamente lo que nos da, nos percatamos de la inexpresable gracia que es trascender la enorme ilusión de los sentidos.

Entonces co­mienzan a llegaros nuevas emociones que no podían habernos llegado de ninguna manera.

Comienza una nueva acción de la mente, una nue­va manera de pensar acerca de todas las cosas, en términos de toda la vida y de ahora.

El tiempo aparece por encima del espacio, y por encima del cons­tante mundo del tiempo aparece el constante mundo de todas las posibilidades, que es el mundo de lo eterno.

Este nuevo sentido del ambiente es lo que produce la integración de la vida.

El mero sentido del tiempo que pasa va contra él.

Porque en relación al tiempo que pasa, 'cada uno de nosotros está hecho de diez mil estados sucesivos y diferentes, una derrumbe de unidades, una mul­titud de individuos'. (PLUTARCO).

Maurice Nicoll




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